Una vez terminado 2020 somos perfectamente conscientes del año tan difícil que ha sido. Posiblemente el más difícil que las personas de mi generación hemos vivido. Sin embargo, a pesar de las ganas que teníamos de su final, de las esperanzas que teníamos puestas en 2021, y de que las vacunas ya estén siendo una realidad en nuestras vidas, somos cada vez más conscientes de que todavía nos quedan algunos meses complicados por delante.
La crisis sanitaria provocada por la COVID-19 ha venido a sumarse a unos años bastante conflictivos en los que hemos vivido una crisis económica que ha impactado en nuestros plazos vitales, así como crisis políticas varias. La situación actual ha llegado como la gota que colmaba el vaso y no es de extrañar que la tendencia, ya al alza, de casos de ansiedad y depresión se haya multiplicado. Diferentes informes encuentran que, actualmente, entre el 40 y el 60% de la población española podría estar presentando síntomas de ansiedad. Y yo soy, definitivamente, una de esas personas.
En abril llegué al punto más alto de ansiedad de mi vida
Aunque, actualmente, no ejerzo como tal, en 2005 me licencié en Psicología y toda mi vida académica se ha centrado en esa área. Mi trabajo, aunque no implique trabajar en un área de la psicología, sí que me obliga a estar lo más actualizada posible en diferentes áreas de la psicología, para poder hacer la mejor divulgación posible.
Y, sin embargo, en contra de lo que muchas personas creen, eso no me ha impedido sufrir ansiedad. Para poner en contexto de manera sencilla, en 2016, después de varias enfermedades familiares, ciertos problemas personales y el fallecimiento de una de mis personas favoritas en el mundo, sufrí mi primer ataque de pánico. A partir de ese momento desarrolle - o más bien se hizo visible - un trastorno de ansiedad generalizado que me ha acompañado desde entonces.
Ese mismo año realicé seis meses de terapia y recibí medicación y hasta este año había convivido con la ansiedad de una forma relativamente saludable. En ocasiones hacía su aparición, pero en general, podía hacer vida perfectamente normal sin sufrir síntomas. Eso hasta que llegó 2020 y con él la crisis sanitaria del coronavirus.
Personalmente, el primer mes de confinamiento prácticamente no tuve síntomas de ansiedad, aunque sí estaba más cansada, con sueños muy vívidos y dificultad para concentrarme - algo de lo que muchas otras personas también se aquejaban -. Sin embargo, en abril, después de pasar mi cumpleaños en confinamiento, en una ciudad diferente a la de toda mi familia, sin saber cuántos meses pasarían hasta que pudiera volver a verlos, y toda la incertidumbre causada por la situación sanitaria y económica provocó que en abril alcanzara un punto de ansiedad en el que nunca antes había estado.
Los ataques de pánico pasaron a ser prácticamente diarios y, por supuesto, los síntomas de la ansiedad afectaban a mi día a día y a mi trabajo. Además de los propios ataques de pánico, los síntomas de ansiedad - en mi caso -, incluyen mareos, una sensación constante de cansancio absoluto, problemas para dormir, dolor de cabeza, hormigueo en manos y sienes, tensión en la mandíbula, entre otros.
Cuáles son las causas detrás de los aumentos de casos de ansiedad
Algunas investigaciones, como la realizada por la Universidad Complutense de Madrid, realizada durante los primeros meses de la crisis sanitaria, han encontrado que la percepción de soledad era uno de los mayores predictores de ansiedad y depresión.
Sin embargo, también influían otros factores como el miedo al contagio y sus posibles consecuencias. Por supuesto, la situación económica y su impacto - efectivo o posible - también son dos de las causas que más están afectando a la salud mental. Esto parece afectar especialmente a la mujeres, tal y como indica una reciente investigación de la Universidad de Barcelona, ya que estamos siendo más afectadas en el mercado laboral: mayor inestabilidad laboral, menos ingresos y una mayor carga en el trabajo no remunerado.
Por último, la incertidumbre provocada por la situación sanitaria y económica tiene una gran influencia en el estado de nuestra salud mental. En mi caso personal, esto unido al no poder ver a mis seres queridos durante meses - algo que se acentúo durante mi cumpleaños -, el tener familiares afectados por el virus y el estar constantemente expuesta a información sobre el virus, fueron y han sido algunos de los desencadenantes de los mayores niveles de ansiedad de mi vida.
Qué podemos hacer para mejorar nuestra salud mental en lo que nos queda de crisis sanitaria y pensando en el futuro
Acudir a un profesional de la psicología
La mejor recomendación que puedo dar, como psicóloga y como persona que sufre un trastorno de ansiedad, es acudir a terapia psicológica. Y se trata de un consejo que me apliqué a mi misma. En abril de 2020, después de sufrir varios ataques de pánicos consecutivos, y de pasar por días de ansiedad constante, comencé a acudir a la consulta de una psicóloga.
Para tratar este tipo de trastornos de ansiedad la terapia cognitivo conductual es la que mejores y más contrastados resultados ha demostrado. Por supuesto, nuestro médico de cabecera también podrá ayudarnos y derivarnos al profesional adecuado para tratar nuestra situación, o llevar él o ella mismo nuestra consulta.
Tomar el control de la información que recibimos
Además de esto, en mi caso me ha ayudado intentar reducir el consumo de información que realizaba y las fuentes de la que lo recibía. Esto ha implicado silenciar grupos de Whatsapp, salir temporalmente de otros, no usar prácticamente Twitter y no usar Facebook para nada más que mi trabajo. A pesar de que disfruto mucho de las redes sociales, tuve que hacer la elección consciente de priorizar mi salud mental.
De hecho, una de las más contantes recomendaciones de la American Psychological Association desde el comienzo de la pandemia ha sido el de tomar el control de la información que recibimos. Limiando los canales a través de lo cuales nos informamos, así como el tiempo que dedicamos a hacerlo. La sugerencia es dejar una o dos horas al día para informarnos de manera activa y elegida por nuestra parte y hacerlo siempre a través de canales oficiales y fiables.
Contrarrestar los pensamientos irracionales con autoinstrucciones racionales y objetivas
Los ataques de ansiedad suelen venir acompañados con pensamientos irracionales, normalmente de carácter catastrofista. Nos ponemos en la peor situación posible. Una de las cosas que mejor me funciona a mí, y que he aprendido en terapia, es el intentar contrarrestar y cortar estos pensamientos irracionales con pensamientos racionales y objetivos.
Normalmente por cada pensamiento irracional tenemos una evidencia objetiva que lo desmiente. Centrarnos en esta razón objetiva y racional y repetírnosla será de gran ayuda.
Además, un terapeuta puede enseñarnos otras técnicas de relajación que nos ayude en los momentos de ansiedad más alta. Desde que empecé la terapía a ahora mis síntomas han mejorado y se han reducido y los vuestros también lo harán. Y esa es otra de las verdades que no podemos olvidar: esta situación no va a durar para siempre. Ni el malestar que sientes, ni la situación sanitaria, ni el estado de tus síntomas. Es algo temporal, que puede parecer que no acaba, pero lo hará. Y volveremos a estar bien.
Imágenes | Unsplash
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La noticia Soy psicóloga y estoy sufriendo más ansiedad que nunca fue publicada originalmente en Xataka por Iria Reguera .
Gracias a Iria Reguera
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