Imagina por un momento que analizas una muestra del suelo de una isla perdida en el círculo polar ártico y, en algunas bacterias, encuentras un gen que apareció hace solo tres años en un puñado de poblaciones urbanas al sur de la India. Pues bien, no hace falta imaginar: el equipo de David Graham lo acaba de hacer.
Sin estudiar qué mutación es, el descubrimiento ya es fascinante. La cuestión de cómo ha podido recorrer una distancia tan enorme en tan poco tiempo es un enigma biológico de primer orden. Pero si miramos a la mutación el asombro se transforma en preocupación: las resistencias antibióticas se están comido el mundo.
Ese peligro silencioso llamado 'resistencia antibiótica'
No peco de melodramático si digo que el problema de que las bacterias se vuelvan resistentes a los antibióticos es "el mayor reto de la medicina moderna". Sobre todo porque lo dice la OMS. Y no por los más de 700.000 fallecidos que producen cada año, sino porque esa cifra no deja de crecer mes a mes. Es además un problema para el que no tenemos una solución clara más allá de tratar de retrasar la crónica de una muerte anunciada: la de los antibióticos.
No es algo nuevo. En su discurso de aceptación del Nobel, Alexander Fleming, el descubridor de la penicilina, ya aseguró que "el mal uso de los antibióticos, con dosis demasiado elevadas, podría hacer que los microbios se volviesen resistentes y revertir así sus beneficios". Aquello era 1945, solo hacía veinte años del descubrimiento casual del primer antibiótico.
Y, como si fuera una profecía, las palabras de Fleming se fueron haciendo realidad. La meticilina comenzó a venderse en 1960, las primeras resistencias se encontraron en 1962. El levofloxacino salió al mercado en 1996 y ese mismo año ya aparecieron los primeros casos de resistencia. En 2000, salió el linezolid y en un año ya teníamos resistencias. El mismo tiempo que pasó entre el lanzamiento de la daptomicina en 2003 y la aparición de la suya.
Las resistencias se están comiendo el mundo
Pero el problema va más allá: se mueven muy rápido. Graham lleva 15 años estudiando los ecosistemas árticos. Estas regiones se pueden considerar algunos de los ecosistemas más aislados de la acción del ser humano. Por eso, explica Graham, nos sirven para detectar el avance de las resistencias antibióticas por todo el mundo.
Tras analizar ocho localizaciones distintas del archipiélago noruego de Svalbard han encontrado hasta 131 genes relacionados con resistencias a nueve grandes grupos de antibióticos. Ya sabíamos de la rápida expansión de estos genes a lo largo y ancho del mundo, pero estos resultados son toda una llamada de atención.
“Solo tres años después de que detectáramos por primera vez el gen blaNDM-1 en algunas poblaciones urbanas de la India lo acabamos de encontrar a miles de kilómetros de allí” y en una zona que ha tenido un impacto humano mínimo. Encontrar "un gen de gran relevancia clínica originado en el sur de Asia" en el Ártico es "claramente algo no local”.
Los investigadores sospechan que la vía de entrada han sido las aves. Pero sea como sea, llegada de las resistencias a "zonas como el Ártico confirma lo rápido que avanza y lejos que llega la expansión de la resistencia antibiótica". Estamos, parece claro, ante un problema global y, por eso, insisten los investigadores, necesitamos "adoptar soluciones globales” antes de que sea demasiado tarde.
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La noticia El gen del sur de asia que viajó hasta una isla aislada perdida en el Ártico: la resistencias antibióticas parecen imparables fue publicada originalmente en Xataka por Javier Jiménez .
Gracias a Javier Jiménez
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